
El viernes estuvimos en la Fiesta Ruda Macho en Costanera. No se cómo, pero la pasamos bárbaro. Tal vez A., nuestro acompañante, puso su encanto a favor y los gin-tonic previos, y la cena abundante y deliciosa, y el calor, y la cerveza, y la música hicieron el resto. “El lugar lo hace uno” me decía mi amigo y no le faltaba razón. La cuestión es que nos divertimos. Nada podía sorprendernos después de ver al chico que vendía cigarrillos completamente desnudo. A. le pidió fuego y él le respondió que se había olvidado el encendedor en el pantalón: Aplausos!
Promediando la noche una silla quedó en medio de la pista y yo me paré detrás de ella con mi mejor cara de idiota preguntándome para mis adentros como habría llegado esa silla hasta allí sin responderme nada, embotado como estaba por la estridencia y el sofocón y dudando si devolverla a su lugar de origen pero cual sería ese lugar. Un chico se acerca y pregunta para quien es esa silla y yo sin más respondo: Es para vos, te estaba esperando para hacerte masajes...Se sentó y yo le hice masajes: lentamente, por las cervicales, en los hombros y en los omóplatos...Dije cosas que no recuerdo, el respondió cosas que no llegué a escuchar (era una fiesta!) ante la mirada atónita de J. y A. Se levantó, me dió las gracias, me besó y me abrazó. “Me llamo L. y quiero saber tu nombre por que me siento mucho mejor gracias a vos.” “J.”- le dije yo-“ y ellos son...” Los tres nos miramos a los ojos y gritamos al unísono: “Que pase el que sigue!”
Moraleja: Si estás en Ruda Macho, no dejes de tener una silla a mano.


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la pasamos tan bien, lo del masaje fue un punto alto. los quiero.
ResponderEliminarEs cierto A. que el masaje fue un punto alto, pero mas alto fue el asunto entre manos. Tambien te queremos y nos gusta ponernos crípticos.
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