Tolerancia las pelotas

Hace unos meses X fue a donar sangre a un laboratorio ubicado en Belgrano R que no vale la pena nombrar, se operaba mi viejo y necesitábamos algunos dadores. Como X es, entre otras cosas, una persona honesta, respondió al cuestionario del laboratorio con absoluta verdad: Dijo que convivía en pareja estable con otro hombre desde hacía varios años. Inmediatamente le arrancaron el formulario de las manos y le solicitaron, no muy cortésmente, que se retirara, por que su sangre no era apta para ser donada por que al ser homosexual “formaba parte de un grupo de riesgo” (sic). Teníamos entendido que hace rato los homosexuales no están primeros en esa lista siniestra, pero ese no sería el problema. Es un caso tan claro de discriminación que X intentó buscar ayuda profesional. No sólo no la encontró sino que la legislación respecto del tema a nadie parece importarle, las leyes acerca de la donación de sangre son de la época de Menem y no se han reformulado desde entonces y sólo unas voces lejanas y sin bríos se han levantado para opinar al respecto. La Comunidad Homosexual Argentina esta muy ocupada en conseguir que la Comunidad Heterosexual la acepte a cualquier costo y sin medir las consecuencias.
Llorando desde un teléfono público X pidió disculpas por no poder donar sangre.

Transcribimos un fragmento del artículo “El rostro múltiple de la Homofóbia” de Louis-Georges Tin publicado en Letra S en Mayo de este año y extractado del libro “Dictionnaire de l´homophobie” compilado por el mismo autor y ponemos el link para que lo puedas leer en una versión mas extensa.

“De acuerdo con una opinión muy extendida, la homosexualidad sería hoy más libre que nunca: presente y visible en todas partes, en la calle, en los diarios, en la televisión, en el cine, estaría incluso aceptada, pues así lo revelan los recientes avances legislativos en Norteamérica y en Europa en materia de reconocimiento de la pareja homosexual. Ciertamente se precisan todavía algunos ajustes más para erradicar las últimas discriminaciones, pero con la evolución de las mentalidades esto sería una simple cuestión de tiempo, el tiempo de llevar a buen puerto un movimiento de fondo impulsado desde hace ya varias décadas.
Tal vez. Tal vez no, pues para un observador un poco más atento, la situación parece globalmente muy diferente, y a decir verdad, el siglo XX, en su conjunto, ha sido el periodo más violentamente homófobo de la historia: deportación a los campos de concentración en la época nazi, gulag en la Unión Soviética, chantajes y persecuciones en Estados Unidos en tiempos de McCarthy... Todo eso parece evidentemente muy lejano. Pero muy a menudo, las condiciones de existencia en el mundo de hoy siguen siendo difíciles. La homosexualidad parece ser discriminada en todos lados; al menos en 80 naciones, la ley condena los actos homosexuales y en múltiples países esta condena puede llegar hasta los diez años, en ocasiones la ley contempla cárcel perpetua, y en unos diez países puede, efectivamente, aplicarse la pena de muerte.
Recientemente, en África, varios presidentes reafirmaron de modo brutal su voluntad de luchar personalmente contra la homosexualidad, flagelo, en su opinión, anti-africano. Incluso en otras naciones, donde la homosexualidad no figura en el código penal, como Brasil, por ejemplo, los escuadrones de la muerte y los cabezas rapadas siembran el terror: en los últimos veinte años han sido contabilizados oficialmente alrededor de dos mil crímenes por homofobia, sin que esto sacudiera mínimamente ni a las autoridades judiciales ni a las jurídicas. En estas condiciones parece difícil pensar que la “tolerancia” gana terreno. Por el contrario, en la mayoría de estos Estados la homofobia parece hoy más violenta que ayer. Y la tendencia no apunta hacia una mejoría general, muy lejos de ello.
Este breve panorama parece particularmente siniestro porque desmiente cruelmente la actitud ingenua de quienes desearían creer en definitiva que todo va bien o, al menos, que todo está mejorando. Pero en realidad, el pesimismo deprimido y el beatífico optimismo son dos obstáculos simétricos para el pensamiento y para la acción en la medida en que ambas actitudes reposan en suposiciones totalmente ilusorias: la homofobia ha existido y existirá siempre, es una constante de las sociedades humanas; o por el contrario: la homofobia tiene que ver con el pasado, o con sociedades arcaicas, pero tiende a ser reabsorbida por la evolución de las costumbres y el constante progreso de los derechos del hombre en el mundo. En realidad, la homofobia no es ni una fatalidad transhistórica, imposible de combatir, ni un residuo de la historia destinado a desaparecer por sí solo con el tiempo. Constituye un problema humano, grave y complejo, con resonancias múltiples, que requiere de una reacción concertada y de una reflexión previa.”

  • El rostro múltiple de la Homofóbia
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