Vidrieras



Una vez tuve que hacer una vidriera en el Shopping de Adrogué. Salí muy temprano de casa y tenía que tomarme el tren en Constitución. Era mi primer trabajo como vidrierista.
Si, también hice “eso”. Al llegar a la estación desayuné de parado un café con leche y un sandwich de jamón crudo y queso rancio esperando que salga el tren. Llegando a Avellaneda los dolores de estómago se hicieron insoportables. Me bajé en Gerli por que necesitaba ir al baño. Era urgente. El de hombres era un asco realmente, inenarrable. Además no tenía puertas. Me fui al baño de mujeres. No había un alma en la estación. Cagué. Pero no había papel. Aunque hacía frío sacrifiqué mi remera. No me avergüenza decirlo, llevaba un grueso pullover. Aliviado decidí esperar el tren siguiente. Pero la puerta del baño se había trabado. Del otro lado había dejado mis herramientas. Empecé a dar síntomas de claustrofobia. Me desesperé. Empecé a patear la puerta. Después de tres intentos fallidos con la cuarta patada se abrió la puerta con tanta violencia que en el rebote vino a dar de pleno sobre mi frente. Sangré. Un hilito de sangre, muy fino. Un tajito apenas, en el entrecejo. Sucio, sangrado, descompuesto, congelado, aterrado luego de haber quedado encerrado en el baño de damas, tomé el tren siguiente. Llegué al Shopping, todavía estaba en horario, gracias a que en Lanús decidí tomar un remisse. El negocio estaba cerrado: Una casa de ropa masculina. La diseñadora del local me esperaba en el bar. “Te pedí un cafecito”, me dijo haciéndose la divina. “Mirá, el trabajo no lo vas a poder hacer hoy por que tienen cerrado por balance, pedite un taxi y andá al Shopping de Morón que ése local está abierto, pero antes tomate el café”. Me tome el café, que venía acompañado por unos medallones de chocolate que ella juró que estaban deliciosos. Por no desairarla comí uno. Estaba asqueroso: Me había olvidado de sacarle el papel. Yo veía que ella me miraba raro. “¿Estas Bien?” me preguntó. “No”, le dije. Le sonreí y ella me hizo notar que tenía los dientes forrados con el papel plateado del medallón.

2 comentarios:

  1. No era un pancho? no era un calzoncillo? esta es una de la cosas que mas me hace reir en el mundo!!!
    Pero no era un calzon? no era un pancho?
    Tal vez cada vez que cuento esta anecdota le agrego cosas? puede ser que este tan loca?
    No era un pancho, un calzoncillo?

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  2. La memoria es algo erosionante, usuario anónimo...Pancho y calzoncillo, Sanguche y remera...Prácticamente no hay diferencia, es igual de patético. Vos seguí contándolo como la sabés que seguro es la posta!
    Besos.

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