San Expedito

A sus 75 años mi madre ha sufrido un vuelco místico esperado. De cuanto santo se le ponga delante ella se hace devota incondicional. Cómo aun no le han reclamado ningún sacrificio de sangre, yo la entiendo y la aliento. La Fe es lo poco que le queda. El miércoles me pidió que la acompañe al santuario de San Expedito, en Villa Ortúzar y fui gustoso. No hay nada que me produzca mas fascinación que las fruslerías religiosas, las santerías y los objetos en los que depositan la fe de los demás. Yo voy a terminar como mi madre pero antes que ella. Por cierto, la cola de fieles daba vuelta la manzana. El cura había improvisado un púlpito en la parte de atrás de la Iglesia para dar misa a los que estaban últimos en la fila. Algo así como un backstage del rito. Su acólito, harto de sostenerle el cáliz, se negó sistemáticamente a leer los santos evangelios, así que el cura, disfónico se despachó con una sarta de puteadas al pobre monaguillo, antes de leer las sagradas escrituras. La fila que hicimos por mas de dos horas resultó ser únicamente para tocarle un pie a la estatua de yeso y estuco del santo. Pero mi madre quedó en paz y yo lleno de estampitas, estatuitas, pirámides con la imagen del santo, crucecitas que titilan en la noche, rosarios de cordón trenzado y llaveros de San Benito.